Entro en una casa incendiada, sin objetivo aparente. Escucho gritos de hombre. Trato de rescatarlo pero encuentro a una niña. La cubro en una colcha y salgo corriendo con ella en brazos. Durante la huida pierdo un brazo que se me derrite como cera y se me quema la cara. La niña envuelta ahora es una flor sellada por petalos. Arranco los pétalos y dentro está la niña, ahora limpia y brillante. Me dice que se llama Blanca Julia, y que es mi hija.
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